sábado, 23 de octubre de 2010

El tránsito del arcoiris

Me costó adaptarme al mundo en mi infancia. Siempre fui repudiado y rechazado por aquellos que gozaban de mi admiración. Al final conseguí salir del cajón de los marcados y ampliando miras conseguí un sitio que me merecía, y no porque fuera yo, sino porque es lo mínimo de reconocimiento que merece un ser humano.
Desde lejos observo aquellos tiempos y veo como la historia vuelve a repetirse. Empiezo a ver el final del mundo de los niños perdidos. El mundo que le sigue es mucho más tenebroso, y la adaptación a él será costosa. Muchas de aquellas experiencias vuelven a repetirse, aunque modificadas y adaptadas a los nuevos tiempos. Siento aquella sensación de impotencia en mi interior, sensación que se trasforma, lentamente, en el germen de la superación y de la vacuna que conseguirá mitigar los dolores que ahora sufro en mis propias carnes. Autodestrucción dentro de la reconstrucción.
Un camino apartado y oscuro son mis inicios en todo aquello que propiamente inicio. Un cuaderno relleno con fotografías oscuras se postra ante mí, mostrándome aquello a lo que deberé enfrentarme, aquello que por momentos me habrá vencido, aquello que me provocará los disgustos más oscuros a los que pueda estar expuesto.
Esta revelación me mantiene con vida, se trata de aquella esperanza a la que recurren los necios antes de verse enfrentados a su destino. Engañándome o no dejándome hacerlo me encuentro por encima de los ilusos que piensan que otros llegarán a salvarles. No me redimo a pensar que no existe lo que pueda hacerme feliz y me niego a pensar que algo que no veo pueda suplantar todo ello.
Divagaciones torrenciales en forma de aluvión que descienden desde lo alto de la colina de los mosses. Los confiados renos esperan ver explotar las olas cerca de sus propias playas, esperan conseguir el agua simplemente confiando en que llueva del gusto de cada uno de ellos. La naturaleza caprichosa no complace a aquel que no lucha y castiga a todos aquellos a los que se han esforzado demasiado.
No espero expresar en ninguna de mis líneas un intento de ayuda o de explicación de hechos cotidianos que se tornan únicos cuando cada uno de nosotros lo decidimos. No existe la verdad suprema que pueda guiar a todos los hombres hacia donde se supone que intentamos llegar. Todo aquel que crea que dispone de discursos que han de ser escuchado se equivoca, se trata de saber quien quiere escuchar. Estoy cansado de ver continuamente a la gente confiar en que algo, cualquier cosa, pueda aportarles aquello que han esperado ver desde que soñaban con todo aquello que una mente de 10 años pueda llegar a crear. Huir de todo lo que os digan que será único, huir de aquello que aterrorizaría a uno mismo si supiera de que se trata realmente.

No hay comentarios: