miércoles, 27 de octubre de 2010

La metamorfosis ácida

Asustado no tuvo más remedio que coger el cuchillo. Una luz suave entraba por la ventana que se encontraba a su derecha, encima justo del fregadero y de un pequeño mueble de cocina. La luz incidía en la hoja del cuchillo provocando un pequeño reflejo a modo de estrella.
Patosamente salió corriendo en busca de aquella sombra que había visto en el reflejo de un espejo. Estaba seguro de haberla visto, incluso de haber sentido una pequeña brisa antes de que desapareciera por completo al final del pasillo.
Mientras tanto, en el jardín, empezaba a formarse un pequeño remolino de viento que, poco a poco, fue creciendo hasta convertirse en un gran tornado. Deambulaba alrededor de la pequeña casa. Chocaba contra ella apenas arañando la fachada. Esto parecía molestarle debido a que empezó a aumentar la intensidad de las embestidas.
Desde dentro, sólo la chica parecía darse cuenta de lo que sucedía fuera. Mario estaba totalmente absorto en la búsqueda de la misteriosa sombra. La chica observaba aturdida desde la ventana la lucha que tenía el tornado, tratando de penetrar los muros de la casa como si quisiera estar al tanto de lo que dentro ocurría.
Como por arte de magia, la chica, se vio corriendo de un lado a otro de la habitación, observando la escena exterior desde distintos puntos de vista, donde insistía el tornado. Estaba tan extasiada que no cayó en la cuenta de que, apenas unas horas antes, aquella habitación sólo contaba con una única ventana, la cual mostraba el jardín trasero en el que habitaba un viejo columpio. Por unos segundos fijo su mirada en él. Le dio la sensación de que parecía tener vida. Al momento la chica comenzó a escuchar una voz gastada que parecía pedirle ayuda. Tapono sus oídos varias veces tratando de analizar lo que estaba ocurriendo. Rápidamente se dio cuenta de que la voz no entraba por sus oídos. Al contrario. La voz gastada se generaba dentro de su cabeza y como un pequeño ratón buscaba nerviosa una salida. Al mismo tiempo, el tornado se percató de la presencia de la chica y disgustado por no atraer su atención, absorbió al columpio lentamente mientras parecía emitir una risa burlona. La vieja voz gastada se hizo más fuerte antes de apagarse por completo, lo que provocó que la chica se desmayase.
Mario se encontraba agazapado en una esquina del salón, con el cuchillo en la mano, observando muy despierto la sala de estar. Esperaba el movimiento de la sombra para abalanzarse sobre ella al mínimo despiste. Fue en ese momento cuando su atención se despistó con una risa burlona procedente del piso superior, donde había pasado la noche con aquella chica. Con mentalidad de depredador analizó la situación, comprendió que debía proteger su manada antes de capturar a aquella misteriosa sombra, que sabía no podría escapar de la habitación. Se colocó el cuchillo en la boca y salió corriendo a cuatro patas. No había atravesado la mitad del pasillo cuando se percató que en lugar de la alfombra, habían aparecido raíces y plantas que cubrían casi la totalidad del suelo de la planta baja. No pareció preocuparle demasiado, debido a que su cuerpo también se había adaptado al nuevo terreno, y sin saber porque, parecía gustarle. Cuando llego al pie de lo que era la escalera, lianas y hiedras habían sustituido a los escalones. La distancia entre la planta baja y el piso de arriba apenas superaba los tres metros. Mario se detuvo un instante buscando la manera de subir. Instintivamente y sin llegar a pensar de donde procedían esos impulsos flexionó sus nuevas y adaptadas patas traseras, sus pies retrocedieron varios centímetros y sus uñas afiladas fijaron su cuerpo al suelo, encontrando un anclaje perfecto. Sus músculos se tensaron al máximo y trasladaron toda la fuerza de su cuerpo hasta sus pies y sus patas, dando como resultado un tremendo salto que le transportó hasta la primera planta. Una vez arriba, la locura le sobrevino de nuevo, atravesó la puerta de la habitación donde nada parecía suceder, si no fuera por el cuerpo tendido de la chica. Se acercó a ella lentamente, con un ritmo felino, cavilando sobre lo que podía haber sucedido. Cuando llego a su altura dio la vuelta al cuerpo con su cabeza y comenzó a lamer la cara de la muchacha tratando de recuperar su conciencia.
Se encontraba flotando en un cosmos de nebulosas de colores dejándose llevar, muy lentamente, por suaves mareas inexistentes dentro de un espacio ingrávido. Poco a poco empezó a sentir como ese espacio infinito empezaba a menguar, concentrándose, cada vez más, sobre su cuerpo flotante. Sentía como la presión iba aumentando. Cuando todo el espacio había quedado reducido en ella un chute de adrenalina la hizo abrir los ojos casi sin sobresaltarse. Al mismo tiempo sintió la lengua suave de Mario sobre su mejilla, que apartó al verla despertar. Quedo mirando fijamente los ojos felinos que Mario había adquirido y vio reflejado en ellos ese espacio colorido de nebulosas en el que había estado flotando momentos antes. Sintió un gran alivio y abrazó dulcemente el nuevo cuerpo de su compañero sin importarle lo más mínimo la transformación.

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